Sin noticias de Gurb
Vuelo Fuerteventura – Bilbao.
Ya sé que está mal, pero mientras la azafata está dando las indicaciones para una posible evacuación de emergencia, yo sigo leyendo.
Carcajada espontánea. Bastante alta.
Varias cabezas se giran para mirarme con el ceño fruncido. La azafata me hace señas para que me acerque.
Esquivo varias piernas que de forma fortuita van apareciendo a mi paso por el pasillo.
Cuando ya me aproximo a la puerta de emergencia, donde está ubicada la azafata, aparecen dos piernas, una a cada lado. Imposible esquivar. Tropiezo. Echo mano a la manilla de la puerta de una salida de emergencia para no caer. Se escucha un ruido como de una olla a presión. Caen todas las mascarillas de oxígeno del avión de golpe.
¡¡Anda!! Nunca las había visto…
Dejo la manilla como estaba. La azafata, de un puntapié rápido y bastante eficaz me envía de vuelta a mi sitio por la vía rápida.
Bueno… en realidad, no pasó exactamente así… que me he venido un poco arriba…
Lo que sí paso es la carcajada espontánea, y no una, varias, porque seguí leyendo, y contener la risa con este libro es imposible, porque así es Sin noticias de Gurb, una historia absurda, surrealista y muy divertida.
Y aun con todo lo exagerado y sin sentido que es, todos en algún momento nos podemos identificar con ese extraterrestre, un ser sin nombre, anónimo, como todos lo somos en las grandes ciudades, que la lía parda allí donde va, por muy buena voluntad que ponga, que busca una persona para compartir sus días, que se enamora de su vecina, que hace regalos inapropiados, que cuando se va de farra, termina a las mil, vomitando y con una resaca espantosa y que se le ha pasado por la cabeza montar un bar (a quién no…jejeje).
Porque este libro breve, ligero, coloquial, es, y aquí escojo las palabras del propio Eduardo Mendoza, alegre como una primavera llena de promesas.
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Lo releí hace poco y muchas de las referencias, obvias cuando se publicó, hoy suenan a extraterrestres. Mis hijos no se enterarían ni de la mitad.